Micro índice:
81. EL PASTO DE LA PASTA
Arribar a la riqueza desde la pobreza exige un constante ejercicio del poder humano, puesto al servicio de la personalidad. Para conseguirlo, el empresario ha de emplear más de la mitad de su tiempo en cálculos preliminares, observaciones, planes que den a sus proyectos una sorprendente exactitud asegurándole el continuo éxito. Es una composición de paciencia y tiempo apoyada en dos sentimientos: el amor propio y el interés. Con la experiencia, se crea en él una necesidad persistente de jugar una partida con los demás empresarios para intentar ganarles su dinero. Necesita imponerse a los otros, unas veces para atestiguar su poderío y, otras, para dar rienda suelta al desprecio que siente hacia los débiles que se dejan devorar. Si permite que este último sentimiento inunde su corazón, al final su pasto se compondrá sólo de dinero y desdén.
82. ESTAR DE ANTOJO
El empresario con éxito a veces se vuelve incongruente con su vida y trata de aparentar excentricidad, convirtiendo sus caprichos en una postura personal y en una norma estética.
83. SAN NARCISO
Hay empresarios a los que les aterra descubrir su verdadera personalidad ante los demás. Mantienen a sus colaboradores y a las personas de su entorno en un jeroglífico constante. Parece que en ellos todo está claro pero, al mismo tiempo, opaco. No se sabe si su misterio es para seducir al público o para vengarse de él. Curiosamente suelen ser hombres que sólo saben hablar de sí mismos pero lo harán siempre de una manera enigmática. Viven con miedo y son engañosos. Están llenos de trampas: hablan y callan a un tiempo; dicen y ocultan lo que dicen. Son una especie de narcisos que no cesan de mirarse en el espejo que ellos mismos empañan continuamente.
Conocer el medio garantiza gestionar sin miedo.
84. SER Y DEBER SER
El empresario suele ser una persona rebelde, ambiciosa y soñadora. Pero también deberá ser lúcida y escéptica respecto de la realidad.
85. HIERRO DE FORJA
El joven empresario, si no quiere terminar desarrollando funciones subalternas y remoloneando por la periferia, debe forjar su personalidad en torno a las convenciones del mundo empresarial. Adaptarse no es definirse como persona ambiciosa, arribista y sin escrúpulos que maneja artes maquiavélicas para ascender empresarialmente. Su carácter debe ser la palanca de ascenso desde el anonimato al poder y a la influencia. Pero, para poder dominar, antes hay que dominarse y, para esto, hay que entender las exigencias del propio mundo interno y, sobre todo, mantener oculto el juego. Entre otros rasgos, deberá adoptar un tono algo frío e intentar no entusiasmarse casi nunca; no evidenciar en ningún momento insatisfacción y tampoco aparentar aire triste. En definitiva, en todos los casos, adquirir serenidad y aplomo.
Meditar no está en el convenio de los trabajadores; conviene que esté en el tuyo.