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974. PROSTITUTOS DE COSTUMBRES
He conocido a muchos «trepas» a lo largo de mi vida empresarial. Esta caterva la forman las personas pretenciosas que, sin duda, son los más serviles y despreciables seres con los que se enfrentan en las Empresas los empleados con talento.
Visten elegantemente y se adornan de cierto lujo: relojes caros, coches ostentosos… Les gusta hacer creer a sus jefes que tienen cualidades de las que, generalmente, escasean. Practican el conocido adagio de que aquello de lo que se carece es de lo que más se presume.
Estos «trepas» experimentan un extraño orgullo al llamar «don» a su jefe; se saben a la perfección las fórmulas y etiquetas del tratamiento con las personas poderosas y les satisface lograr —como a los actores— la expresión que conviene a cada momento.
Además, poseen la facilidad de adular con el estilo y reserva, adecuadas a su posición en la Empresa. Son ociosos aunque parece que trabajan incansablemente. En realidad dedican su tiempo a «estar cerca del jefe», pendientes de lo que pueda proporcionarles y se apresuran tanto a servirle en todo como a traicionarle. Para ellos, la palabra «jefe» equivale a solicitud y no es poca la que emplean cuando se trata de atrapar dinero.
Piensan que son los sucesores y que están obligados a dar ejemplo al resto de los empleados sobre cómo administrar la Empresa cuya guarda estará pronto en su poder. Les gusta simbolizar la caridad y cubren con su amparo a los que les siguen. Ejercen una vigilancia estrecha sobre sus subordinados y tienen las palabras aprendidas para consolar al que despiden, amonestar al ambicioso, arreglar las discordias que ellos mismos han creado y utilizar a los débiles haciéndoles creer que les protegen de los abusos de los fuertes.
Llegan a ser ricos y consideran que dominar es encantador. Su guerra en la Empresa en tan cruel que parece más cosa de fieras que de humanos y tan perversa que prostituyen las costumbres. En su determinación no hay quien les detenga: ni los elevados gastos a cuenta de la Empresa, ni el trastorno a los empleados, ni las leyes, ni la moral, ni los sentimientos hacia el prójimo. Y para colmo, tienen seguidores que les ayudan y les encubren con hipocresía.
Su fría crueldad la califican de fortaleza y consideran que, con su actitud, no violan el principio de lo que define a una Empresa: la creación de riqueza para el entorno que la trabaja. Se encuentran cómodos en su opinión de que, el entorno, son sólo ellos.