Opentor
conocimiento es poder

1000 claves de éxito en el mundo de la empresa


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Información editorial
Índice de contenidos
Prólogo / Introducción
Índice alfabético
Contraportada

ÍNDICE COMPLETO

Micro índice:

100 Claves básicas

100 Claves básicas para salir de la crisis

1. Los empresarios

Personalidad y carácter
Tipos de empresarios
Vida y familia
Jubilación

2. Las empresas

La gestión
Las ventas
Negociaciones
Fusiones y adquisiciones
Crisis y reestructuraciones

3. Universidades

Universidades con plena facultas

4. El factor humano

Clientes
Proveedores
Empleados
Directivos
Socios y accionistas
Integración empresarial

5. El selectivo reflex 35

Anécdotas empresariales

Cuando la cara no es el espejo del alma


975. CUANDO LA CARA NO ES EL ESPEJO DEL ALMA

En aquella época, habitualmente intentaba caminar todas las mañanas de mi casa a la oficina. Reservaba este paseo para ordenar las ideas del día. Era un trayecto de unos treinta y cinco minutos que me permitía llegar despejado y organizado.

Una mañana caminaba delante de mí un exitoso intermediario financiero que tenía su propio chiringuito. V estía camisa azul claro y traje de chaqueta cruzada de color azul tostado. La corbata era rosa pálido y sobre los hombros se había colocado un gabán de pelo de camello. Habíamos coincidido en varias ocasiones en diferentes restaurantes que ambos frecuentábamos, donde se suelen dar cita los hombres populares y financieros para seducirse entre sí.

Nunca me había gustado su personalidad. Era de esos hombres sagaces que parecen tan cuidadosos con las personas como con el negocio, ya que consideran que ambos habitan juntos. Dan la sensación de que conocen el valor de un minuto pero no del futuro. Viven con un lujo ostentoso y gustan de ser vistos con hombres y mujeres de todas las razas, hablando el idioma de todos los intereses. Le enmarcaba en una generación de yuppies que revientan por parecer talentos superiores, dominados por el interés inmediato, imprudentes en la expansión de sus negocios pero hábiles en vencer y que todo lo dirigen exclusivamente al éxito, por lo que son astutos y no repudian la bajeza.

Me acerqué con cautela y pude percibir que aquella mañana su rostro no reflejaba su personalidad arrogante y vigilante, sino todo lo contrario, parecía abatido. Palpé su hombro anunciando mi presencia y se volvió. Me miró atento y vi una lágrima en su mejilla pero no sacó su pañuelo y aceptó su tristeza con dignidad. Inmediatamente pensé en una desgracia, tal vez la muerte de un familiar o una grave equivocación en su vida de hombre económico. Le pregunté si podía ayudarle y me sugirió que tomáramos un café en un bar cercano.

Esperando al camarero, me comentó que, por las mañanas, compraba el cupón de la ONCE a un ciego en la estación de metro cerca de su domicilio. Todos los días jugaba a un doble juego: en tiempo real, con la compraventa de acciones forzando temerariamente la suerte e interactuando con ella y, en tiempo diferido, con el cupón, donde la suerte le venía impuesta. Me pareció un auténtico ludópata. Le gustaba charlar unos minutos con el ciego, tema que me extrañó en una persona que parecía apreciar más la inmensidad que la pequeñez. Sin embargo, esa mañana el ciego no estaba y un compañero le sustituía. Preguntó por él y éste le dijo que había muerto la noche anterior atropellado por un coche cuando volvía a su casa. Sentí que estaba terriblemente afectado y su imagen de hombre hábil, apresurado y falso, se me transformó en humana.

Ese día pensé que no hay arte para hallar en el rostro el modo de ser de la mente y del corazón.