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973. LA HISTORIA SE RECICLA
Un empresario, propietario de un grupo de Empresas dentro de los sectores de limpieza, seguridad y mantenimiento de edificios, organizaba reuniones una vez al mes. Había alquilado una enorme mansión en una zona residencial para este fin. Solía reunir entre diez y quince empresarios, todos propietarios de grandes Compañías.
Por aquel entonces, yo tenía una pequeña Empresa editorial. Como era buen amigo del anfitrión, solía invitarme para que hiciese contactos con el fin de intentar conseguir los contratos de las revistas corporativas de las Empresas, cuyos dueños asistían. Para mí era una oportunidad única de negocio y, sobre todo, de aprender de aquellos poderosos empresarios a los que, desde mi situación, me era muy difícil acceder de una forma tan cercana.
Sentados en una gran mesa rectangular que había en el centro del salón principal, comíamos exquisiteces, bebíamos las mejores reservas y se cerraban los acuerdos. En una ocasión tuve la suerte de sentarme al lado de un empresario muy rico.
Era un hombre de unos cincuenta y cinco años, alto y fuerte. En pleno invierno se cuidaba de estar muy bronceado y conservaba todo su cabello sin canas. Poseía un barco de gran eslora, al que solía invitar a muchos de los comensales. Aproveché mi situación privilegiada y, en la conversación, expuse un nuevo proyecto ajeno al sector en el que yo trabajaba, con el fin de atraerle y conseguir su financiación. El empresario no mostró interés alguno y, con ev asivas, dirigió la conv ersación hacia mi Empresa editorial. De paso, me preguntó extensamente sobre muchos aspectos personales de mi vida y familia.
Si algo había aprendido con este tipo de gente, era a ser humilde y a no pasarme de listo, por lo que no insistí de inmediato.
Después de contarle mi pequeño periplo por el mundo editorial, quise averiguar por qué no había mostrado interés en el proyecto que yo le había expuesto al principio, también para conocer su opinión por si pudiera estar equivocándome. Se volvió hacia mí y, con una sonrisa pausada, más o menos me dijo: «con el tiempo, he llegado a la conclusión de que, desde el origen, el mundo empresarial ha cambiado muy poco. En la actualidad sigue siendo primitivo, excepto en el trato abusivo que le han dado los hombres.
»Por ello, lo que realmente me importa conocer de una Compañía es su cultura, sus productos, su nicho de mercado, sus alianzas y su economía. De todo esto se hace la historia de esa Empresa, compuesta por los que la dirigen y los que obedecen. Cuando una nueva Empresa nace, no se inventa nada nuevo. En todo caso, se vuelve a fundir lo viejo. Todo lo más que puede suceder es que el empresario lance un producto diferente al mercado y, porque otros estén anticuados, sea admitido masivamente.
»En definitiva, todo proviene de lo anterior, por lo que el empeño del empresario debe estar en no abusar ni engañar al público con sus servicios, dado que no ha inventado nada nuevo. Por todo esto, me interesa más lo que ya tienes que lo que pretendes tener».
Me quedé desconcertado y no supe comprender por qué un hombre que había emprendido tantos negocios con éxito, tenía una opinión tan metafísica sobre el entorno empresarial. Cometí el error de no atreverme a pedir que me lo explicase. Nunca volvimos a cruzar nuestros caminos, aunque he ido conociendo sus avatares empresariales a través de los medios de comunicación.