Micro índice:
116. JUGAR AL ARRASTRE
Escuchar a los empresarios arrogantes contar sus bravatas puede llevar al empresario prudente a equivocarse en sus estrategias, si las tiene en cuenta.
No permitas que la tristeza muestre tus cartas.
117. «FULL TIME»
El empresario debería trabajar de día y meditar de noche. De día, profundizar en los balances, los créditos, las inversiones, los salarios, los empleados, los objetivos, la producción, las propiedades…; y, de noche, tocar aspectos más humanos como el amor, el matrimonio, los hijos, la familia, la educación, la religión, la penalidad, la miseria.
118. «EL CAPITÁN TRUENO»
El empresario debe sentir cada mañana, cuando entra en su Empresa, que él es el veterano, el genio y la cabeza del grupo. Por ello, no le queda más remedio que ser la persona que «tire del carro».
119. EL BRILLO DEL DIAMANTE
El empresario es un trabajador más que extrae el oro de su mina. Sin embargo, con el éxito, suele sentirse distinto al resto de los trabajadores. Tiende a situarse en las alturas y sufre delirios de grandeza al sentirse un genio.
120. CRECIMIENTOS PARALELOS
El empresario que ha crecido materialmente sin perfeccionar su moral puede encontrarse de repente en lo alto de una montaña, en un estrecho y brumoso límite que separa con fragilidad dos abismos: el que vive y en el que caerá.
121. LLENOS DE NADA
El empresario, en su camino al éxito, es un soñador entusiasta, un hombre resuelto y firme, un arriesgado provocador del destino, un cerebro que engendra porvenir sobre porvenir. Tiene la imaginación llena de ideas, proyectos, altivez, voluntad. Si no lo consigue no será más que un perro perdido y el horizonte que, en otros tiempos estuvo tan lleno de luz, se presentará vacío ante sus ojos.
122. BUSINESS CLASS
Hay muchos «hombres de negocios» que tienen muy desvirtuada esta palabra. A mi entender, «negocio» significa la posibilidad de hacer una transacción entre personas en las que confluyen ideas, ilusiones, proyectos y posibilidad de beneficios, todo ello avalado por la profesionalidad y la educación. Esto último suelen omitirlo algunos, creyendo unas veces que el poder del dinero todo lo encubre y, otras, por desconocimiento total de lo que es el buen hacer de los negocios. Pero es fácil reconocer a éstos, aunque a veces a destiempo. Tienen un denominador común: si el negocio no les interesa, dan la callada por respuesta.