Micro índice:
948. PREDICAR CON EL EJEMPLO
El directivo debe ejercer la crítica y la autocrítica con una fuerza implacable en un intento permanente de mejorar el mismo. Tiene que tener claro que a partir de su esfuerzo se forma al empleado que dirige.
949. MEDITAR SIN RECLUTAR
Cuando el directivo medite sobre un problema, tiene que tener claro que reflexionar no es buscar adeptos.
950. EL «COPIOTA»
El directivo que copia a su subordinado y presenta el informe de éste como suyo, cuando le pillan suele afirmar que, aunque le agradaba el trabajo de su empleado, en realidad lo ha adaptado a las necesidades y preceptos de la Empresa. Defiende en algo la postura de aquel pero le otorga ligereza en sus acciones y en los textos y él se adjudica la grandeza. Y, sobre todo, en lo que concierne a lo esencial del trabajo, dice que él le instruyó para realizarlo dedicando todo su tiempo; y que lo que le presentó en un principio no tenía nada que ver con el actual. Por ello, considera que las reglas de «suspenso por copiar» no debían ser aplicadas de forma tan estricta, ya que el trabajo final es fruto de su reflexión, de poner a prueba su voluntad, de no dejar decidir libremente a su empleado y de su razonamiento sobre la actitud que había que seguir. Piensa que es más virtuoso que malv ado y por alguna debilidad humana, no se merece caer en la desgracia de que su empleado se le suba a «la chepa». En definitiva —terminará diciendo— el éxito del informe me lo deben a mí.
Un mal ambiente puede ser el detonante para que una Empresa reviente.
951. «LOS POLI-EJECUTIVOS»
En todo tipo de Empresas, pero en especial en las grandes organizaciones, suele haber un tipo de ejecutivo que se preocupa más por hacer «política de Empresa» para progresar que de realizar con profesionalidad su trabajo. Son personas cuyas personalidades viven dentro de unos cuerpos flexibles y manejables, por lo que tienen aprendidas todo tipo de posturas para hablar, escuchar, admirar, despreciar, aprobar y reprobar, desde la acción más importante hasta el gesto más frívolo. Cambian de cara más que de traje y, con el mismo tono, dicen una verdad o una mentira. Saben frases de mucho boato aunque tengan poco calado y tienen una gran provisión de cumplidos, de enhorabuenas y de pésames. Han adquirido, a costa de esforzarse en hacer «política de empresa» en lugar de «gestión de empresa», cantidades ingentes de ceños, sonrisas, carcajadas y hasta, si se tercia, suspiros y lágrimas, para hacer creer a su entorno que están dotados de un gran entendimiento humano. Son veletas que no dan sentido alguno a valores profundos como la amistad, la verdad, las obligaciones, el deber, la justicia y otros muchos que la buena gente mira con tanto respeto. Sin embargo, la realidad es que estos individuos sacan fruto de su estrategia y suelen estar más cerca del presidente que otros con más talento. La mayoría se enriquecen y consiguen dirigir las más importantes áreas de gestión. Si fracasan, sus superiores les encubren y les sitúan en cargos de menor responsabilidad ejecutiva pero con igual o mejor remuneración. El empresario debería preguntarse, a menudo, cuántos de los suyos pertenecen a esta raza y meditar que está financiando la carrera de personas que malgastan sus esfuerzos en ejercicios inútiles para la Empresa.