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La historia comienza cuando la división de la General Motors que fabrica los autos Pontiac recibió una curiosa reclamación de un cliente:
“Esta es la segunda vez que les envío una carta y no los culpo por no responder. Puedo parecerles un loco, pero el hecho es que tenemos una tradición en nuestra familia que consiste en comer helado después de cenar. Repetimos este hábito todas las noches, variando apenas el sabor del helado, y yo soy el encargado de ir a traerlo”.
“Recientemente compré un nuevo Pontiac y desde entonces las idas a la heladería se han transformado en todo un problema: siempre que compro helado de vainilla y me dispongo a regresar a casa, el carro no funciona. Si compro de cualquier otro sabor, el carro funciona normalmente. Pensarán que estoy realmente loco y no importa qué tan tonta pueda parecer mi reclamación, el hecho es que estoy muy molesto con mi Pontiac modelo 99”.
La carta generó tanta gracia entre el personal de Pontiac que el presidente de la compañía acabó recibiendo una copia. Decidió tomar en serio la reclamación y mandó a un ingeniero a entrevistarse con el cliente. Para cerciorarse del problema, fueron juntos a la heladería en el Pontiac.
El ingeniero sugirió comprar helado de vainilla, para verificar la reclamación, y efectivamente el automóvil no funcionó. Otro empleado de la General Motors volvió en los días siguientes, a la misma hora, hizo el mismo trayecto y sólo varió el sabor del helado. El auto funcionó normalmente.
El problema se convirtió en una obsesión para el ingeniero, que comenzó a hacer "experimentos" todos los días, anotando cada detalle. Después de dos semanas llegó al primer gran descubrimiento: cuando el cliente escogía helado de vainilla, gastaba menos tiempo en su compra porque ese helado estaba muy cerca del mostrador.
Examinando el vehículo, el ingeniero hizo un nuevo descubrimiento: como el tiempo de compra era mucho menor en el caso del helado de vainilla, el motor no alcanzaba a enfriarse. Por eso los vapores del combustible no se disipaban, impidiendo que el arranque del motor fuese instantáneo.
A partir de ese episodio, la General Motors cambió el sistema de alimentación de combustible del Pontiac e introdujo una modificación en todos los modelos. El autor de la reclamación obtuvo un auto nuevo, y además el arreglo del que no funcionaba cuando iba a comprar helado de vainilla.
La General Motors distribuyó un comunicado interno, exigiendo a sus empleados que tomen en serio todas las reclamaciones, incluso las más extrañas: puede ser que “una gran innovación esté detrás de un helado de vainilla”.
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* Contribución de Adriana Gaviria y Eduardo Bernal, vía Internet.